Lo recuerdo de tarde en tarde. Me apetece escribir, y aquí tengo el sitio, pero soy perezoso y cuando lo hago tengo otras preocupaciones. Empieza el otoño con virulencia. Lluvia, viento y frío, casi sin avisar. Este verano ha sido largo, ha durado hasta noviembre, y ya le echamos en falta.
Necesitábamos agua para el campo, y cambios de tiempo en el cuerpo. Pero se acabaron los paseos al sol, las mujeres sin ropa y la tranquilidad del estío, del tiempo libre. Volvemos al trabajo, que a mí me causa placer, pero perdemos ese poder elegir, esas alternativas bajo los árboles, en el parque, en el pueblo. Falta una foto de paisaje bucólico, un atardecer pegajoso, y será tan pedante como todo el escrito de hoy.
Pero no lo borro, ni admito críticas por ñoño. No es para nadie.
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