Creo que después de tanto tiempo seguimos sin entender nada. Claro que hay que defenderse del terrorismo, perseguirlo hasta sus orígenes. Pero si lo creamos para que combata un enemigo común o lo producimos por nuestras políticas esquilmadoras en el tercer mundo, no deberemos ni lamentarnos por las consecuencias ni ponernos a su altura en la respuesta.
También es cierto que estas crisis vienen muy bien para que, casi todos unidos, implementar políticas que "aumenten" la seguridad, sinónimo tanto de recortes de derechos para los ciudadanos como de compras masivas de armamento para protegernos de ese enemigo externo que nos ataca.
Sesudos analistas nos dirán que los nuevos terrorismos exigen respuestas globales e imaginativas. Pero lo único que ha cambiado es que hartos de bombardeos de unos y de otros en Irak, Siria, Libia o Palestina, han decidido traernos la guerra a casa, para que en lugar de verla por la televisión la "disfrutemos" entre nosotros.
Es hora de empezar a pensar en las personas, en sus necesidades, en el origen de ese odio que les convierte en asesinos. Porque mientras no simultaneemos la lógica represión de los criminales con la justicia y la equidad en sus países de origen, la violencia seguirá manando, tintándolo todo de sangre. Y la mancha ya nos ha llegado a casa.
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