El problema de los desahucios hipotecarios en España nos está mostrando la parte más descarnada de la crisis económica, y el mejor ejemplo de la deriva insolidaria y suicida que han decidido tomar los dirigentes de nuestro país.
Si la situación no fuera lo suficientemente dramática, además de dejar a seis millones de personas sin trabajo y un millón de familias sin ningún ingreso, cuando no pueden pagar la hipoteca de su piso, esa que les indujeron a firmar para ser alguien en la vida, les echan a la calle arruinados y sin techo donde dormir. Estoy hablando de las 30.000 primeras viviendas que desahuciaron nuestros eficaces bancos durante 2.012.
Es igual que la legislación que aplican sea inmoral, ilegal y desproporcionada. No hay prisa. Que 115 familias se queden en la calle diariamente no es la prioridad de nuestro gobierno. No puede permitir que sufra la banca. Claro que aunque luego al traspasar sus pisos al SAREB lo realicen con un descuento de hasta el 60 %, esto no se puede aplicar a las familias sin trabajo por su única vivienda. Sería un peligro.
El problema es tan sangrante que es uno de los pocos que está consiguiendo una cierta movilización social. De hecho obliga al Gobierno a emplearse a fondo en su acoso y descalificación. Algunos errores con sus escraches dan bazas a la clase política para desviar la atención, unos por salvar sus intereses y la izquierda para no reconocer que Ada Colau es solo un reflejo de su fracaso como alternativa.
Los ciudadanos les obligamos a discutir la iniciativa popular avalada por un millón largo de firmas. Pero eso lo solucionará el trámite parlamentario con su mayoría absoluta. No habrá peligro para sus sacrosantos intereses financieros, la dación en pago solo la podrán disfrutar las empresas. ¿Y al final de todo dónde quedaremos las personas?
Publicado en EL CORREO como "carta al director" el 17/04/2013
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