Por primera vez en mucho tiempo se empezaron a ver claros en la espesura. Si hasta el momento las circunstancias no habían precisamente ayudado, ahora la situación quería volverse propicia. No era nada perseguido, aunque si previsible, y el muro que nos había rodeado a la empresa comenzaba a desmoronarse.
La luz se veía cerca, y toda la campaña de acoso a la dirección perdía fuerza. Ante la falta de argumentos legales y sin capacidad de maniobra, los rivales reculaban sin remedio, y la falta de argumentos técnicos podía terminar en fracaso.
Y eso se estaba aprovechando. Era el momento de demostrar que repetir cien veces una mentira no la convierte en verdad.
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